Todo comenzó el día en que mi cuerpo me gritó que algo no estaba bien. Una cirugía de emergencia, un diagnóstico inesperado, y el momento más vulnerable de mi vida: perdí la matriz completa por tumores cancerígenos. Vi pasar mi vida como una película. En un segundo, entendí que todo puede apagarse. La vida no la tenemos comprada, y aunque creemos tener tiempo, no siempre es así.

En ese instante, el miedo me abrazó. Pensé en mi familia, en mis hijos… en el dolor que mi ausencia podría dejar. Nadie te prepara para esa incertidumbre: no saber si vas a despertar, si vas a mejorar, si vas a sobrevivir. Todos dicen “es solo una cirugía, vas a estar bien”. Pero la verdad es que nadie puede prometerte que saldrás igual que entraste. Porque en ese quirófano, lo único que tienes seguro… es que estás entrando.

Estaba despierta. Escuchaba todo. Las voces de los médicos llenaban la sala, hablaban como si no estuviera ahí, como si mi cuerpo fuera solo un objeto sobre la mesa. Pero yo sentía, escuchaba, temblaba. Palabras frías, técnicas, duras… y yo ahí, expuesta, abierta, desprotegida. Como si me estuvieran juzgando desde adentro.

Fue en esa experiencia —cruda, real, transformadora— que supe que tenía que hacer algo más con este dolor. Así nació El Tiempo del Cuerpo: este blog, este refugio, este espacio que no solo cuenta mi historia, sino que abraza la de miles de mujeres que han vivido procesos similares.

Aquí nos vamos a encontrar. Aquí vamos a compartirnos con verdad, con compasión y sin máscaras. Aquí nos vamos a mirar como la última estrella del cielo, esa que brilla con más fuerza, la más deseada.

Porque el cuerpo también tiene su tiempo. Y este… es el nuestro.